I Salón Internacional del Chocolate de Madrid

Empiezo esta nueva temporada del blog con un plan, el más dulce que se me ha ocurrido, para retomar Pacto de Tres con el mismo ensimismamiento con el que lo empecé, y reconciliada con las prisas y el perfeccionismo que a veces me impide publicar con la frecuencia que quisiera.

Y esta luna de miel se torna en chocolate, y nos lleva hasta la Galería de Cristal del Palacio de Cibeles, la cara oculta del Ayuntamiento de Madrid que este fin de semana nos mostraba su faceta más golosa.

El Salón del Chocolate de Madrid celebra su Día Internacional (que desde 1995 tiene lugar el 13 de septiembre coincidiendo con el nacimiento de Roald Dahl, autor de 'Charlie y la Fábrica de Chocolate') con 40 expositores y otros tantos talleres y show-cookings donde el cacao es el principal protagonista.

Lo probamos en todas sus formas, colores y sabores, algunos casi imposibles de describir.

Descubrimos marcas hasta ahora desconocidas aunque también estaban las de siempre, ya de reconocido prestigio.

Fuentes de chocolate que regaban gominolas a manos de Migueláñez, los típicos bombones marmolados y pasas cubiertas de chocolate de Guylian con una relación calidad-precio inmejorable, los turrones artesanos de Vicens, el chocolate hecho diseño por Flor D' KKO, los licores portugueses, las Trufas Martínez y su exquisito praliné, la versión vegana y sin alérgenos de Confitería Marqués y el chocolate a la taza de maestros artesanos como Tres Tazas, la Colonial de Eureka, Santocildes y Maykhel.

Degustamos chocolate blanco con naranja, con sabor a menta y bacon e incluso con gusto a chorizo o cecina de León traída directamente desde el Museo de Chocolate de Astorga y, como era de esperar, nos hicimos con unas cuantas tabletas para que el paladar recuerde esta orgía culinaria.

Pero el chocolate no sólo invadió el sentido del gusto, sino que migró a la nariz y lo vimos tomando forma de dinosaurio, oso panda, tigre de la sabana y hasta de mesa de herramientas con alicates y tornillos. También hubo quien plasmó en alpargatas como lienzo su historia y raíces en tierras dominicanas (Erickdony Turbí Pérez) y quien ofrecía chocolaterapia a cambio de liberación de endorfinas (Balneario de Mondariz).

Los niños se llevaron un "tatoo comestible" que duró demasiado poco en el dorso de sus manos, la experiencia de probar el cacao puro extraído directamente de la vaina de la planta del cacao (amargo pero intenso) y la locura de ir stand por stand con el subidón de azúcar y adrenalina probando todo cuanto se les antojaba (sin duda una fiesta para conmemorar el primer año 'libre de alergia' de Enma).

Yo, sin duda, me quedo con el placer de ver tanto chocolate junto en un escenario inigualable y comprobar como también entra por los ojos, unos con envoltorios vintage y otros de vistosos colores y traídos de lugares remotos (Ghana, Vietnam, Perú, Francia, Portugal, República Dominicana, Nicaragua, México, Colombia o Guatemala) para confluir en tan pocos metros cuadrados.

 

Recorrido que nos hizo olvidar la hora de espera para entrar, aun ya teniendo la entrada previamente comprada, y cuyos errores de organización esperamos que subsanen para posteriores ediciones.