El Bohío, excusa para un respiro manchego

Este fin de semana pasado hemos tenido la suerte de poder juntarnos nuevamente la pandilla para celebrar con 2 meses de retraso el cumple de Oscar. Y como ya os conté, nuestros regalos consisten en vivir juntos una experiencia, más o menos afortunada pero siempre inolvidable.

Una mini maleta sin saber muy bien qué ropa poner (menos mal que acertamos con las camisetas de manga corta) y una bolsa cargada de comida y "por-si-acasos" nos dirigimos a Cobisa, un pueblo manchego a 5 km al sur de Toledo, que bien hace de ciudad dormitorio, con muchas urbanizaciones de casas unifamiliares.

Nos alojamos en la Casa Rural Salambel. Con capacidad para 19 personas y un estupendo jardín frontal donde los niños podían jugar.

La casa tenía un salón amplio, varias terrazas con tumbonas, una cocina impresionantemente grande y las habitaciones, todas dotadas de baño interior y con amplitud suficiente para meter cunas y camas supletorias (como era nuestro caso).

El sábado pusimos rumbo a Illescas, capital de la comarca de La Sagra y segunda más poblada de la provincia tras Toledo ciudad y Talavera de la Reina. Nosotros no salimos con tiempo, pero si repetís esta ruta, conviene madrugar un poco y dar un paseo por sus calles y plazas (la del Mercado, la de las Cadenas con su Olmo del Milagro, la del Salvador, la plaza Mayor...).

La idea que originó este plan, era comer en el restaurante una estrella Michelin y dos soles Repsol, que tienen Pepe Rodríguez (jurado de Masterchef) y su hermano Diego. Y allí nos dirigimos el mediodía del sábado, destino: El Bohío.

A pie de la carretera principal que divide Illescas se encuentra el restaurante, fundado en 1934. Su fachada encalada no da idea de la moderna decoración que alberga en su interior. Consta de 4 salones (el negro, el blanco, el salón principal y un nuevo salón rodeado por la bodega que fue donde nos sentaron).

La carta ofrece 3 tipos de menú: el de degustación, el de temporada y el menú del día (de 99, 50 y 39 euros respectivamente). Íbamos con la idea de degustar un poco de todo, pero el menú de otoño nos conquistó.

Todos los platos estaban riquísimos, desde los aperitivos hasta los dulces que acompañaron a los cafés. A mí el que más me gustó fue el ceviche, por la combinación de sabores, el dulce de la sandía con ese toque fuerte que le daba el arenque. No me gustó tanto el bacalao confitado, que al hacerlo a baja temperatura adquiría una textura demasiado gelatinosa. Triunfadores claros la sopa de ajo y la pluma de ibérico para la mayoría.

El vino nos lo recomendó el sumiller, Malabra 2011, un vino con personalidad de la tierra elaborado en un garaje (sí, sí, como leéis y según reza su etiqueta).

En definitiva, El Bohío me encantó y su cocina me pareció superior (Pepe Rodríguez sorprendentemente serio), pero reconozco que no dista demasiado de otros muchos restaurantes como El Armario, Polenta, Momo o Cornucopia, más modestos y menos reconocidos.

Tan cerca de Toledo, no podíamos marcharnos sin dar un paseo por sus calles (y sus cuestas). Una ciudad preciosa aunque difícil para ir con carritos. Estuvimos por el Alcázar, la Catedral, el barrio judío y la plaza de Zocodover. Un buen sitio para tapear después es la cervecería El Trébol.

Nuestro fin de semana se nos hizo muy corto. Sitios bonitos, buena compañía y momentos irrepetibles hacen que estemos pensando en el próximo. Mientras, seguimos haciendo planes. Comienza la Semana Cervantina (declarada de Interés Turístico Regional) en Alcalá de Henares, y la ciudad retrocede al Siglo de Oro. Allí estaremos para disfrutar de sus calles y su mercado medieval.
¿Os animáis?