Alguna vez en algún sitio, escuché o leí (obsérvese mi imprecisión) que era importante dedicar un lugar de la casa a fomentar la lectura, un lugar que invite a coger un libro y pasar ahí las horas...
Desafortunadamente nunca he sido una gran lectora. Y digo desafortunadamente porque me hubiese encantado ser devoradora de libros pero siempre encontraba cosas mejores que hacer. Además mi falta de concentración hacía que leyera 10 veces la misma frase, que pensase en otras cosas y que olvidase lo leído el día anterior. Andar siempre rebobinando hacía que no me enganchase la novela en cuestión y acabase por dejarla por imposible.
Sin embargo, y pese a todo lo anterior, mi memoria almacena un sinfín de historias de papel que en algún momento me cautivaron y leí casi de un tirón.
Sin embargo, y pese a todo lo anterior, mi memoria almacena un sinfín de historias de papel que en algún momento me cautivaron y leí casi de un tirón.
Por eso pienso en lo importante que es saber acertar con la novela elegida en el momento oportuno.
Como ya os comenté en un post anterior, mi nuevo propósito es el de ir acercando a Enma la lectura, ir juntas a la biblioteca y con mi idea de "3 cuentos semanales", demostrar que cada cosa que vivimos tiene reflejo en un libro que ya lo contó antes para nosotros.
Os animo a recrear este lugar, sea un silloncito, una esquina de la habitación o del salón, iluminado por una luz acogedora. En nuestra casa no tenemos demasiado espacio, por eso el rincón de lectura lo hemos puesto en una esquina a los pies de la cama, bajo una estantería e iluminado con una pequeña lámpara de leds recargable (del Ikea), unos cojines y la jardinera de madera de la cama que nos hace las veces de mesita.
Nos encanta sentarnos cada noche (casi todas) a leer, porque no sólo basta con estar convencida de que la lectura es imprescindible en el desarrollo intelectual, afectivo e imaginativo de un niño, sino de que las cosas (como en la cocina), entran por los ojos.
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